Patagonia

CANTO A LA PATAGONIA
Gaspar L. Benavento

Mieles de camoatíes y aguanoces
para endulzar y refrescar tus labios,
flores de ceibo para tus cabellos
y bichitos de luz para tus manos.

Eso debí traer de mi Entre Ríos
-así como te traje mis veinte años-
y una casa de hornero a las horquetas
escuetas y desnudas de tus árboles,
y algunos camalotes a tus ríos
y algunas margaritas a tus campos.

Eso debí traer de mi Entre Ríos
a tu dolor indiano,
Pero te traje más: te traje un hijo
que te ensenó a reír como los pájaros
y llenó de sonrisas tus auroras
y llenó de canciones tus ocasos.
Con el hijo te traje la alegría
y con la compañera el amor casto:
Ese que se da en lirio a la montaña
y se da en nido de boyero al árbol.

Y yo que te adoré por la tristeza
de tus ojos sin luz y de tus labios
sin humedad de besos, te di toda
mi juventud radiante de entusiasmo
di vida al hijo de tu amor que estaba
como tu corazón, petrificado.
Y con la vida te di un alma nueva
en la voz del maestro visionario,
en el son matinal de la campana
en la belleza del abecedario,
en la canción ingenua de los niños
y en el flamear de un lienzo azul y blanco.

Mañana, cuando deje tus montañas,
donde encontró su plinto mi entusiasmo
quizás se oculte el sol para tu frente
y se nublen tus ojos, sin embargo,
te dejaré mi poco de alegría
tal vez me lleve tu dolor indiano…

Y si llegare a regresar un día
traeré la bendición a tus encantos:
mieles de camoatíes y aguanoces
para endulzar y refrescar tus labios
flores de ceibo para tus cabellos
y bichitos de luz para tus manos.